Astillas – Celso Castro

La trilogía “Relatos del yo” del coruñés Celso Castro, comenzaba con “El afinador de habitaciones”, refrescante y divertida relación de las angustias, contratiempos y desengaños de su joven narrador. En “Astillas”, la segunda parte, aquel sigue desgranando, bajo los mismos parámetros y con la misma coloquial e inconfundible voz, los nuevos avatares de su atropellada vida.

Así, encontramos otra vez los habituales rasgos tipográficos (exclusión de mayúsculas y uso descontrolado de guiones), y el mismo torrencial discurso, en realidad un verdadero monólogo “exterior” dirigido a un interlocutor desconocido, indefinición que se convierte, casi, en una invitación al lector a formar parte del texto. LEER MÁS


Pero este discurso es ahora más amargo, porque a la marcha de Esther hay que añadir la muerte de la abuela, soporte espiritual del narrador, al que aquella recomendaba (y sigue haciéndolo después de muerta) la lectura de su autor de cabecera: Johann Eckhart, el místico alemán del siglo XIV, que en sus escritos concebía los sufrimientos y desgracias humanos como vías de acceso hacia la renovación interior; renovación que necesitaba y creyó alcanzar el narrador al enfrentar sus miedos durante una truculenta noche en la casa de la abuela.

Porque, si en la novela anterior es la difunta madre del narrador la que establece contactos con la abuela para desesperación de aquel, ahora es la propia abuela la que parece empeñarse en hacer acto de presencia mediante aparentes fenómenos paranormales; o quizás los produzca Spenta, el arcángel femenino que se manifiesta durante los tres días siguientes al óbito, como asegura Israel, uno de los nuevos personajes, aspirante a pintor, interesado en “acceder a dimensiones espirituales ignotas” y compañero de juergas anfetamínicas.

También contamos con Bruno, que, víctima de un desengaño, quiso superar el récord de los dieciocho whiskies que condujeron a Dylan Thomas a la tumba, mediante la ingesta de treinta y seis chupitos de orujo; y sobre todo Judit, hermana de Israel, que viene a sustituir a Esther en el corazón del narrador. Pero para complicarlo todo y hundir al narrador en la confusión, reaparece Iris, personaje de la novela anterior, con lo que no es de extrañar que aquel se ratifique en su decisión de tomarse dos años de alegría para después suicidarse, porque se siente incapacitado para la vida y para la escritura, y “sólo era capaz de escribir fragmentos, astillas, pedazos de nada”.

Y, como era de esperar, sigue estando presente el cuestionamiento de la realidad, incluso la aversión que le produce al narrador es notoria cuando afirma que: “de todas las ficciones que el ser humano había ideado: dios, la justicia, la libertad, la… verdad y el resto de… pues esa – la realidad – era la más asquerosa y sórdida y mezquina y desagradable de todas”.

En fin, nos queda la última entrega para saber si, por fin, nuestro atormentado personaje levanta cabeza y alcanza la luz prometida por Eckhart, o por el contrario sigue, como tantos otros, “esperando que ocurra algo, algún acontecimiento. que no te ha bastado toda una vida, y sus mil sucesivas muertes, para desengañarte”, y como argumento a favor de tal esperanza, el convencimiento profundo de que “el amor es la única cosa razonable”.

Rafael Martín

FICHA DEL LIBRO

Título: Astillas | Autor: Celso Castro | Editorial: Libros del Silencio | Páginas 284 | Precio 17€ |