Tal como éramos de Silvia Tarragona

Cuando el éxito es transversal la vida se convierte en una montaña rusa.

Sandra Fornaguera es una mujer de éxito. Se dedica al noble arte de la comunicación. Es periodista y viaja muchísimo. Vive a caballo entre dos ciudades. Su madre y sus amigos están en Barcelona. El trabajo es cambio está en Madrid. Profesionalmente no hay ninguna como ella ni siquiera en la competencia. Sin embargo, pese a estar a punto de cumplir los cuarenta, el amor no ha llamado a su puerta. El equilibrio que le proporcionan tanto su padre como sus amigos se trastoca cuando éste enferma y muere. Las deudas de la larga enfermedad les dejan a ella y a su madre en una situación económica precaria. Justo cuando peor lo esta pasando aparece Edmond, el hombre más romántico que ha conocido jamás. Sandra se sumerge en una aventura amorosa que no sabe si será su tabla de salvación o la piedra de molino atada a su cuello que la llevará al fondo de su existencia.

Sandra, la mejor entrevistadora del país.

En su trabajo Sandra es la mejor. Trabaja en un diario entrevistando a personajes famosos. Gracias a su carisma y a su equipo, Sandra consigue, como le dice el director del periódico, que “Nadie como tú, ni aquí ni en la competencia, saque lo mejor de cada entrevistado como tú lo haces”. Por ese éxito profesional mucha gente cree que está montada en el dólar pero diciéndolo bien claro: su madre y ella están arruinadas.

Su padre, el norte y el consejero

Su padre, abogado laboralista, fue siempre su consejero y su norte. Aquel que en toda circunstancia le indicó lo que debía hacer y las razones para hacerlo. Su padre y ella estaban unidos por un hilo indestructible. Desde pequeña le había educado para ser una persona y no sólo una mujer. Quería que fuera independiente y que no le diera miedo la soledad, que se sintiera bien en su piel por el solo hecho de ser quien era. En su sepelio todos le recordaban como una persona justa. Para Sandra era mucho más, con una madre pusilánime y en la sombra, la figura paterna ocupaba todo su espacio vital. Cuando su padre murió, después de dos años de luchar con las armas que tenía -fortaleza, voluntad, dignidad, honor y bondad-, el vacío que le dejó no fue sólo físico, sino también económico. Se habían gastado lo que tenían y lo que no tenían en clínicas privadas para intentar salvarlo. La pobreza era lo de menos, pero los acreedores no tuvieron piedad de ellas.

Si hay femmes fatale también debe haber hommes fatal

En ese punto, el más bajo que ella recuerda, aparece Edmond. En la sala VIP del aeropuerto Sandra se cruzó con sus ojos oscuros y profundos. Su semblante regio que era de una dignidad magnífica, contrastaba con la bufanda de colores vivos, que le daba un aspecto bohemio. El traje de corte diplomático hacía que su sola visión fuera impactante. De repente, todo el peso del deseo cayó sobre su cuerpo, acariciando su pelo, aliviando el dolor, modelando su intimidad. Después de esa primera oleada romántica ella inicia una relación amorosa con este attaché o, lo que es lo mismo, este agregado militar de la embajada francesa en España.

Será un fin de semana en París la piedra de toque de esta relación cuyos vaivenes emocionales harán mella en Sandra, quien sin la brújula de su padre estará expuesta a este homme fatale.

She’s just a girl, and she’s on fire, feeling the catastrophe, but she knows she can fly away.” La estrofa de la canción de Alicia Keys resumía perfectamente su situación.

¿Puede una mujer como ella permitirse esa relación? Es más ¿se la merece?¿Quién es él en realidad?

Los amigos como salvavidas

Tan solo sus amigos le ofrecerán el apoyo necesario para equilibrar su vida. Paula no era como las otras mujeres que conocía. Era como Sandra: no se andaba con tibiezas. Quizá por eso su amistad era indestructible. Había aguantado sin grandes dificultades el paso del tiempo. Y habían pasado ya veintidós años de buena compañía. Su dedicación era la psicología forense, y ejercía en un juzgado de Barcelona. Sus casos eran cualquier cosa menos fáciles, pero tenía un don para escuchar y analizar las reacciones humanas. Incluso aquellas que ni el propio interesado conoce. Por esta razón siempre se daba cuenta de lo que le daba miedo a Sandra. Sus consejos solían ir directos a su línea de flotación. Con su fina ironía, siempre le recordaba el ímpetu que le caracterizaba, y le decía que a menudo era más inteligente “mantener la boquita cerrada”.

Su marido Jaume compartía muchas cosas con Sandra, y no sólo el amor infinito hacia Paula. Él también era un romántico incurable. Pediatra vocacional, tenía una capacidad natural para conectar con el sufrimiento de los demás, por eso era tan bueno en su especialidad.

Por último quedaba Oriol, su amigo de adolescencia, aquel con el que nunca se besó pese a estar muy cerca de hacerlo. Le habían conocido en la misma clase a la que iba con Paula. Era el chico más atractivo de la clase, pero también el más serio. Todas las chicas deseaban desayunar con él, a la hora del patio, pero ellas no, ellas veían en él a un amigo y así se desarrolló su existencia durante más de veinte años. Aunque el padre de Sandra siempre consideró la posibilidad de que ellos fuesen pareja.

Esos tres amigos y sus sabios consejos le ayudarán a tomar las mejores decisiones en medio de la vorágine en la que se ha convertido su vida.

La inestabilidad económica como signo de debilidad

Tras gastarse todo y endeudarse más en la enfermedad del padre, lo único que les queda a Sandra y a su madre es la casa. Para su madre la casa era su templo, el único lugar que le recordaba “tal como éramos” hasta la muerte de su padre, una familia de buena posición que sólo tenía un patrimonio: aquel apellido que aún abría puertas… y la casa. Sus padres en el año 1965 la habían construido, en un terreno que pertenecía a sus bisabuelos, para casarse. Eran carniceros y tenían un pequeña tienda en el mercado de Sant Gervasi. Habían utilizado aquella parcela en que tiempo ago las ovejas habían pastado. Ahora se convertía en la posible salida a la situación de Sandra, pero pese a los consejos bienintencionados del director de la sucursal bancaria de Sandra, la madre se oponía a su venta con todas sus fuerzas. Sandra también, pero en su afán por sacar la cabeza del hoyo busca una solución que es más una ratonera, venderla con el usufructo de su madre. Un agobio más en la maltrecha situación emocional de Sandra. Esos problemas económicos le taparán los ojos a Sandra ciega de amor por Edmond.

La amplia formación cultural de Sandra y la música, la literatura y el cine como curación

La música cura, la literatura también, y las lágrimas que el buen cine nos hace escanciar aún más. Silvia Tarragona ha cedido parte de su bagaje cultural a Sandra Fornaguera quien continuamente está acariciando la banda sonora de su vida a través de canciones, letras, citas y escenas que le sirven para interpretar su propia existencia.

De hecho cada uno de los cuarenta y siete capítulos en los que se encuentra dividida está novela lleva el tema de una canción, así Diana Krall, Frank Sinatra, Barbara Streisand, Manhattan Transfer, Charlie Haden, Eric Clapton, Elton John, Nancy Wilson, Liza Minelli y un larguísimo etcétera componen una lista de reproducción genial para acompañar su lectura. Canciones no solo incluidas en el argumento como música sino protagonistas de la historia tanto como el texto.

Menos ordenadas se encuentran las citas literarias, no obstante, es fácil entresacar a Arthur Miller, Balzac, Unamuno, Herta Müller, Rafael Alberti, Lorca, Scott Fitzgerald, Mercè Rodoreda, René Descartes, Alice Munro, Tolstói, Cormac McCarthy y J. M. Coetzee… entre ellos aportan estructura a los pensamientos de Sandra.

Y las grandes parejas enamoradas del mundo del cine como Audrey Hepburn y Albert Finney, Nicole Kidman y Ewan Mc Gregor, Van Johnson y Elizabeth Taylor, Tom Hanks y Meg Ryan, Anthony Hopkins, Julie Christie junto a Omar Sharif, Sofía Loren y Marcelo Mastroianni, le dan el punto idílico a la relación con Edmond que desea Sandra.

Aparte tenemos el teatro y el arte como complemento a la obra, a la que la ciudad de París le sirve de perfecto marco de circunstancias para narrar la situación de la protagonista.

Tal como éramos

Silvia Tarragona ha escrita esta obra que marca el signo de los tiempos. Nadie triunfa en todos los ámbitos de la vida y mucho menos simultáneamente. Aparte ¿cómo medimos ese éxito? El trabajo, la pareja, la familia, los amigos, el dinero ¿Qué tiene más valor? ¿A la larga qué vale más? Tal como éramos es una novela agradable y fácil de leer que contiene de en forma de ficción las respuestas a esas preguntas. Una obra que demuestra que el éxito solo es parcial y que normalmente esconde una tragedia detrás. Explica que es imposible que nos vaya bien en todo en la vida y que a veces lo que nos viene como regalo es más una trampa que un alivio.

Tal como éramos es capaz de explicar que lo verdaderamente importante que hay en la vida no se basa en el azar ni en las fluctuaciones de un corazón cambiante, Lo importante son las relaciones que hemos construido durante años, amigos, padres, quizás pareja (en esta obra no) en contra de compañeros de trabajo volátiles, amores de quita y pon, consejeros interesados. Nos hayamos ocupados en las necesidades urgentes, pero lo que necesitamos de corazón es lo importante… y eso en las relaciones humanas no se demuestra de un día para otro sino con perseverancia, cariño, amistad y amor durante años.

Si piensan que la vida es algo más que lo que el destino nos ofrece cada día, que puede existir algo más estable y profundo, Tal como éramos es la mejor opción de lectura.