Entrevista a Ana Merino por “El mapa de los afectos” PREMIO NADAL 2020

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LA NOVELISTA QUE HACE LITERATURA CON LA BONDAD
LA AUTORA QUE HACE LITERATURA CON LA BONDAD LA ENTREVISTA

¿Qué llevó a Ana Merino a América? ¿Y qué encontró allí o qué la retiene tantos años después?

La curiosidad, el querer conocer otro país. Había estudiado un año en los Países Bajos, en Groningen, y me encantaron las grandes bibliotecas universitarias y lo que ofrecía la investigación. Estados Unidos era otro espacio que me producía enorme curiosidad y estaba lleno de posibilidades. Creo que lo que me ha retenido son las bibliotecas y las oportunidades para investigar y desarrollar cosas. Abrir campo académico en el estudio de los cómics en el contexto hispánico. El poder desarrollar proyectos pedagógicos, inventarse programas creativos y que la imaginación constructiva se materialice.

Más que un mosaico de vidas o una novela coral, El mapa de los afectos es una historia protagonizada por un personaje colectivo: La comunidad. ¿Por qué eligió esta opción para su debut a la novela? ¿Supuso una mayor dificultad narrativa?

Cuando llegué a Estados Unidos en 1995 estaba fascinada con el imaginario poético de Edgar Lee Masters y su Antología de Spoon River. Los espacios colectivos me atraen mucho, el sentido de la supervivencia desde el eje de la comunidad. Por eso, me encantan los Hermanos Hernández, porque en sus cómics construyen ese sentido de comunidad. Me interesa la idea literaria de definir nuestra propia existencia como una construcción colectiva. Mis personajes fueron apareciendo con enorme naturalidad, pero fue el ritmo de las imágenes de cada capítulo lo que más me costó, porque los escuchaba con la misma intensidad que si fueran poemas. Ha sido una prosa que me ha obsesionado y he dado muchísimas vueltas.

Pese a las geografías precisas, el Medio Oeste americano y el sur de España, el alcance de estas historias entrelazadas pareciera universal. ¿La cartografía de los afectos no conoce de fronteras?

Efectivamente, no conoce fronteras, ni tiempos históricos. Hay momentos y guiños en los que esa universalidad afectiva transciende no solo las geografías, sino también, el tiempo de la historia. Me interesa el sustrato literario que comunica de forma transversal y nos hace reflexionar sobre la humanidad como un espacio atemporal en el que todos formamos parte. Eso la poesía sabe hacerlo muy bien porque apela a la emocionalidad lectora desde la subjetividad del “yo poeta”. Pero, ir matizando ese concepto en una trama abierta de seres humanos como entes universales me parecía un reto. Quería transcender del yo al nosotros con la misma intensidad que ofrece un poema. Por otra parte, me interesaba el territorio narrativo de la novela y su escenografía y ritmo. Quería que los personajes tuvieran mucha entidad y fluyeran solos. Que cada capítulo tuviera la textura de su personaje y sus formas de expresar afectos: la curiosidad, la admiración, la ira, el desafecto, el compañerismo, el amor, la empatía, los celos, la nostalgia, el miedo, la imaginación, la fe…

El lirismo de la prosa no es casual en la novela. ¿Cree que la poesía es una manifestación del amor o de la bondad?

Creo que el lirismo profundiza en las emociones y los afectos, y que el amor y la bondad se pueden cobijar muy bien en la poesía. Pero al concretar esos impulsos en los personajes se matizan las posibilidades y el texto crece combinando las imágenes y lo sentimientos con la trama narrativa y los diálogos.

Los heridos y veteranos de las guerras recientes tienen un peso importante en la historia. ¿Se inspiró en personajes o historias reales? ¿Cuál es su vinculación con ellos?

A partir del 2001, mi primera época como profesora en la Universidad Appalachian State, fui siendo testigo de la realidad de los soldados estadounidenses. Ya que muchos estaban estudiando en la universidad sin ser consciente de que les podía tocar ir a la guerra. A lo largo de los años me he ido cruzando con veteranos de diferentes guerras, y algunos de mis estudiantes de licenciatura han vuelto de varias incursiones. Son personas muy frágiles, que se han entregado a una idea, y cuando regresan se enfrentan a una indiferencia muy dolorosa. Lo que más me impactó es lo jóvenes que suelen ser. Chicos de 26 o 27 años tocados muchas veces por el estrés postraumático y con muchas limitaciones emocionales para encajar con los otros jóvenes universitarios. Cuando están en mis clases, intento darles consuelo con la literatura. Cervantes, también fue soldado, veterano de guerra que además sufrió cautiverio, y fue capaz de reinventarse gracias a la literatura.

¿Por qué la novela se abre con un epígrafe de “Los cuatro fantásticos” de Stan Lee? ¿Las buenas personas anónimas son una suerte de superhéroes?

Con la cita de Idea Vilariño quería representar el lado poético existencial y la consciencia del paso del tiempo, mientras que con Stan Lee aludía a la ingenuidad bondadosa de ese tipo de cómic para adolescentes, que son en cierto modo, mitos contemporáneos y representan muy bien aspectos claves de la cultura estadounidense. Por otra parte, las buenas personas anónimas son nuestros superhéroes, y ese guiño está en el personaje de Valeria que, como la chica invisible, aparece y desaparece, y está rodeada de campos de fuerza.

FRAGMENTOS LA VOZ

“¿Sobreviviría su amor a esta huida? ¿Estaba realmente enamorada? Otra vez se le inundaba la cabeza de preguntas metafísicas sobre el amor.”

“La rabia y los celos pueden desembocar en locura. La enajenación de alguien que se siente traicionado es peligrosísima, y Gina se sentía humillada por su esposo.”

“Si amigos y sin ganas de tener nuevos, se dedicó durante meses a ver la televisión y a beber cerveza al volver del trabajo por las tardes. Ya no se llevaba a su sobrino Sam los miércoles a merendar al restaurante de la señora Dolan.”

“Hacerse viejo no sirve más que para recordar la tristeza, pensó Curtis mientras, tembolorso, se liaba un cigarrillo.”

“Aurora estaba paralizada, notó cómo su rostro se transformaba en piedra dura, sus mandíbulas eran mármol. Le dolían las encías, le dolía la boca del estómago como si en sus instenstinos hubiese habido una explosión que tratase de abrirse paso hacia adentro.”

“Probablemente, en la lógica de su fallecida tía, esta pasaje estaría onfirmando que el efecto del tronado sobre el pueblo era el resultado de la ira de Dios llevándose por delante las casas de los pecadores. También hubiera sido interesante conocer su opinión respecto a su propia y desafortunada muerte.”

“Ahora su hija no tenía trabajo y a la pobre el despido le dolía el doble porque se había creído que el feminismo de su jefa, y de ese equipo de mujeres que la acompañaba, era una garantía de calidad. Pero no se había dado cuenta de que, a estas alturas, en la sociedad en la que vivían la calidad humana no tenía sexo ni género.”

“El amor había sido la respuesta. Esa pulsión del organismo que nos atrapa con su química invisible. Así de simple, una catarata de amor desbordado había cambiado el rumbo de la vida de Valeria. Algo parecido a un chaparrón torrencial que arrastró todo lo anterior.”

Ana Merino (Madrid 1971) es una escritora que lleva veinticuatro años viviendo en Estados Unidos. Catedrática en escritura creativa en español y estudios culturales en la Universidad de Iowa, en 2011 fundó el MFA de Escritura Creativa en Español, que dirigió hasta diciembre de 2018. Ha publicado nueve poemarios, entre los que destaca Preparativos para un viaje, galardonado con el Premio Adonáis de Poesía en 1994, y es autora de varias obras de teatro estrenadas en Zúrich y Iowa. Ha sido pionera en el desarrollo de la formación académica del cómic y ha escrito diversos ensayos especializados. Ha sido columnista de opinión para El País, miembro del Comité Ejecutivo del International Comic Art Forum (ICAF), del Comité Directivo del Center for Cartoon Studies (CCS), del Consejo Directivo de Iowa City Unesco Ciudad de la Literatura, y en la actualidad es miembro de la Junta Directiva del Teatro Riverside de la ciudad de Iowa. El mapa de los afectos es su primera novela.