Una bala con mi nombre, el mejor thriller español de este otoño

Quizás no haya mejor receta para escribir una buena novela negra que la libertad del autor para desarrollarla. La libertad de elegir el género exacto, la ambientación en la que ubicarla, la construcción de los personajes y la trama, y la ausencia de limitaciones, como los contratos que cumplir, las fechas de terminación, las imposiciones editoriales, etc. Si todo esto se lo proporcionas a una escritora consolidada como la periodista navarra Susana Rodríguez Lezaun con  tres novelas anteriores de serie negra publicadas, el resultado tiene que ser formidable… y lo es.

Una bala con mi nombre es más un thriller que una novela negra. Más un desarrollo personal de crecimiento psicológico que una investigación. Más una pieza única de su escritura que otra obra más que sumar a su bibliografía.

La autora se ha alejado totalmente de su tierra navarra en la cual se basaba la trilogía anterior, y de su personaje clave el inspector David Vázquez en busca de un espacio de libertad donde el “todos nos conocemos” que prejuzga lo que se pasa en este país desapareciera. 

Por eso nos lleva a Boston (curiosamente en la misma latitud que Pamplona) para presentarnos a la restauradora del Museo de Bellas Artes Zoe Bennett. En la mediana edad, divorciada, con una vida tranquila y sosegada es una mujer entregada a su pasión que no es otra que su trabajo. Todo cambia cuando se celebra la fiesta del museo en la conoce a Noah Roberts, un camarero muchos años más joven que ella con el que de forma inesperada comienza una fogosa relación.

Obviamente esto no sucede porque sí. Guarda relación con la colección de joyas que en ese momento está expuesta allí, y una trama que la inocente Zoe es incapaz de adivinar en ese momento.

A partir de ese ahí su vida ya no volverá a ser la que era y en esa huida hacia delante la restauradora tendrá que saltar por encima de todos los obstáculos, incluyendo la policía, para poder salvar su vida y los muebles de su existencia si es que puede.

La autora ha consultado a psicólogos para ver si la evolución de Zoe es creíble y puede ser real. Basándose en esas consultas es como avanza la trama, cada vez más alocada, con más callejones sin salida y repleta de giros atractivos que pillarán desprevenido al lector, y le llevarán sin aliento hasta el mismísimo final.

No hay saltos temporales que compliquen el argumento, no hay un exceso de personajes ni de lugares, todo está medido y bien medido. Las conversaciones son abundantes dado que al estar contada en primera persona por la protagonista son la única forma que tiene de saber qué saben o piensan  los demás. Únicamente se permite introducir un capítulo inicial con una escena cercana al final para señalar al lector hacia dónde avanzará la trama. El propósito es que no se confunda con esas ardientes primeras páginas que se encontrará. 

Así de forma libre, haciendo lo que le gusta hacer y sabe hacer bien, Susana Rodríguez Lezaun ha escrito la novela que como lectora le gustaría encontrarse, una obra en la que se ha sentido a gusto escribiendo y creando y que hará las delicias de los seguidores del género y, como no, de los seguidores de su trilogía.

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