Oriente de José Carlos Llop es una obra sobre el amor y el lenguaje del amor

Oriente de José Carlos Llop es una obra sobre el amor, el lenguaje del amor y sobre como uno retroalimenta al otro, incluso sobre cómo enamorarse del lenguaje amoroso.

Según el autor el momento oportuno para hablar sobre el amor es a partir de los sesenta años. Explica que los poetas amorosos escribieron a los veinte o los treinta sus textos mejores, estando dentro del amor. Pero los novelistas, para escribir “sobre el amor” deben esperar más, para tener una experiencia completa del mismo. Incluso la edad no es garantía de conocerlo bien. Manuel, el protagonista de Oriente no se ha enterado lo que significa el amor, no llega a entenderlo ni aún buscando ese conocimiento. Se pierde en las biografías de los escritores famosos y sin embargo lo tiene mucho más a mano, en su mujer y en su amante. Su padre, el samurái del coño, busca ese amor en la multiplicidad de amantes, perdido para siempre y sin remedio. Solo las cinco mujeres de la novela, la abuela, la madre, la amante del padre Sara Gorydz, su mujer y su amante conocen el verdadero amor. Quizás a los hombres nos está vetado este conocimiento.

Oriente es la metáfora del amor pleno, bien entendido y practicado que los occidentales tenemos. No es que en Oriente haya un amor completo, pero intuimos que podemos llegar a capturarlo, cuando es ese amor el que nos busca a nosotros, y aunque lo tengamos delante no lo sabemos ver.

Sobre el lenguaje del amor Oriente abunda en sus diferentes formas, desde los clásicos hasta el siglo XVIII. No obstante en la actualidad hemos perdido ese lenguaje. Primero porque hemos convertido la clandestinidad del amor verdadero, lo privado de ese lenguaje de gestos, palabras y cartas en algo público como son las redes sociales. Y segundo al reducir el contenido de ese lenguaje a mensajes con un límite de caracteres.

Todo está contaminado y adulterado en el lenguaje del amor y sobre el amor, todo menos esta novela, Oriente que reivindica lo que el amor es y debe ser.

Por Pepe Rodríguez