Libro del buen amor Biblioteca Castro de Juan Ruíz, arcipreste de Hita.

Captura de pantalla 2014-04-23 a la(s) 18.45.25     ¿Es verdad que el cardenal Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo, ordenó encarcelar al arcipreste de Hita, y éste aprovechó el encierro para componer su libro? Hermosa venganza, a fe, si así hubiese sido. Ahora bien, “agregamos –se lee en la Introducción, muy bien elaborada y documentada- que el titular del Arciprestazgo de Hita ya no se llamaba Juan Ruíz sino Pedro Fernández, según un documento del 7 de enero de 1351” Pero aún más, ¿cuál fue el año real de la terminación del libro? “Las fechas divergentes indujeron la llamada teoría de la doble redacción”. Lo que faltaba para dudar de la autoría. Estamos, eso sí, en la España del siglo XIV, y la redacción del texto lo delata.

Recuerde si acaso el lector que, reiteradamente, se ha dicho que lo mejor de la literatura española es anónima, dadas la vaguedad de vaguedades en cuanto a la autoría real y otros referentes (El Lazarillo de Tormes, La Celestina…) Lo cierto, sin embargo, y ello sea para bien, es que estamos ante un libro de una frescura argumental, de un desafío moral para la época, de una riqueza verbal y una variación de registros emocionales como pocas veces se habrá dado. Lo que otorga un gozo especial, perdurable en el tiempo, a lo leído.

El ‘planteamiento’ es, en esencia, tan sencillo como clarificador: “Señora doña Venus, mujer de don Amor,/ noble dueña, omíllome yo, vuestro servidor;/ de todas cosas sodes vós e el Amor señor:/ todos vos obedescen como a su fazedor” Es un planteamiento omnímodo, casi de contenido o expresión religiosa, sin embargo alude  al hombre más llano, sintiente y racional y a su contenido biológico más primario: el Amor no ya como ideal, sino también como realidad viva, carnal. Con sus conocidos efectos perdurables que afectan a todo el ser: “Só ferido e llagado, de un dardo só perdido,/ en el corazón lo trayo encerrado e ascondido;/ non oso mostrar la llaga, matarme ha si la olvido,/ e aún decir non oso el nombre de quien me ha ferido”

Cierto es que la literatura tiene mucho de reiteración, pero así es también la vida del hombre. De ahí que, tantas veces, se haya sostenido que ya todo está dicho; ahora bien, interesa mucho no solo el decirlo cada vez de un modo nuevo, sino reiterarlo, tal vez para evitar el olvido. El hombre es así de insignificante y débil. “¡Ay, corazón quexoso, cosa desaguisada!/ ¿Porqué matas el cuerpo do tienes tu morada?/ ¿Por qué amas la dueña que non te precia nada?/ Corazón, por tu culpa bivrás vida penada”

He aquí, pues, una lectura emocionada de verdad, rejuvenecedora siempre, llena de guiños a los dobles sentidos, a la ironía, a los afectos del corazón, que, es cierto, pueden ser  dolorosísimos pero también recuperables, tal como la vieja historia de hombre y mujer han demostrado. O, como diría el barón Von Hanstelmatt en clave masculina, “no se puede estar con ellas, ni sin ellas” Lee, pues, lector: ‘la vida es ansí’

 

Reseñado por Ricardo Martínez

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Escrito por Juan Ruíz, arcipreste de Hita

Juan Ruiz, mejor conocido por El Arcipreste de Hita, vivió a mediados del siglo XIV, de acuerdo a los datos cronológicos de las publicaciones de sus libros, nunca pudo concretarse el año de nacimiento ni el de su muerte, ni siquiera pudo ubicarse el lugar exacto de su nacimiento, sospechando unos que fue Alcalá de Henares y otros la ciudad de Guadalajara. Pero el caso de El Arcipreste no es el único. Muchos otros escritores de este período medieval corrieron la misma suerte.  Por algunos datos sabemos, o, por lo menos, tenemos suficientes indicios para formar un juicio sobre su vida y famosa obra, El Libro de Buen Amor. Según algunos historiadores parece ser que lo escribió en la cárcel, durante los doce o trece años que duró el castigo impuesto por el poderoso arzobispo cardenal de Toledo, don Gil, quien, a su vez, fue consagrado por uno de los papas espurios de Aviñón que hubo en aquel tiempo.

Ficha técnica

251 páginas 40€ Editado y prologado por uno de los grandes especialistas en la obra, ponemos a disposición del lector uno de nuestros clásicos medievales por excelencia, que renueva la tradición del Mester de Clerecía al combinar fábulas, exempla, serranillas y materiales de muy diversa índole.

El hilo conductor será la biografía amorosa del autor, ese yo poético que se sirve de su talento para seducir a muy diversas dueñas: desde la tentativa con la monja Garoza, a las desventuras entre don Melón y doña Endrina con mediación de la alcahueta Trotaconventos o bien ciertos episodios alegóricos, como aquel que retrata el debate entre don Carnal y doña Cuaresma.
El tono burlón así como la deliberada ambigüedad que preside gran parte de las estrofas dan buena cuenta, no solo de la agudeza del autor y su dominio de los recursos del lenguaje artístico, sino también de que nos encontramos ante un ejemplar único dentro de la literatura medieval española.