En su última novela, ‘Lionel Asbo. El estado de Inglaterra’, Martin Amis levanta acta, a su modo corrosivo y provocador, del deterioro continuo de la sociedad de su país, y de cómo afecta este especialmente a los que se mueven cerca de sus márgenes. Archibald Gordon Macdonell en ‘Inglaterra, su Inglaterra’, por su parte, dedica sus esfuerzos satíricos a caricaturizar, de forma amable pero contundente, a la casta dirigente de esa sociedad, repasando cada uno de sus tópicos en busca del lado más cómico y de una supuesta y escurridiza identidad con la que etiquetar a todos sus miembros. Ambos autores, a pesar del tiempo que separa estas obras, se muestran sin embargo conscientes del peso que la profunda fragmentación social, tradicional para uno o alienante para el otro, tiene sobre el individuo.
La novela de Macdonell está plagada de personajes excéntricos, alocados, hiperactivos, flemáticos o sanguíneos, un elenco disparatado y divertido objeto de estudio por parte del protagonista. El escocés Donald Cameron, compañero de trinchera de un editor galés durante la Gran Guerra, decide investigar, animado por este, las causas de los comportamientos extravagantes que ambos creen detectar en sus compañeros y superiores ingleses. Con esa intención y al regresar a Londres, Donald se obligará a asistir a todas aquellas actividades características de tan curioso pueblo. Lo encontraremos, así, como interesado espectador de sus deportes más tradicionales en un intento por comprender el fervor de sus jugadores, ya sean de críquet, rugby, fútbol o golf. Pero también participando en actividades más pacíficas, como la hilarante reunión de fin de semana en una típica mansión rural.
En ella se dan cita algunos de los caracteres más emblemáticos de cierta sociedad inglesa: la rica anfitriona casada con un aristócrata arruinado siempre embarcada en obras de beneficencia y proyectos de restauración, un general de división forjado en diversos lugares del imperio pero desarmado ante los atributos de una famosa actriz, un ex Secretario de Estado laborista, o una supuesta princesa rusa. Aunque para Donald la situación se volverá incómoda al ser interpelado de forma enigmática por algunos de los asistentes que lo creen persona importante, y que toman sus confusas respuestas por afirmaciones admirables, algo así como el Mr. Chance de Sellers y Kosinski. Nuestro protagonista tendrá igualmente ocasión de presenciar la desigual aunque colorista caza del zorro, y de participar en una delegación británica ante la inútil Asamblea de la Sociedad de Naciones en Ginebra.
Macdonell arremete, además, contra los despropósitos de cierto teatro de vanguardia, sin dejar pasar la vulgaridad del teatro más convencional. Pero sus ataques más certeros van dirigidos al fanatismo clasista de una aristocracia que ve despilfarro en los subsidios de desempleo y peligro en la existencia de sindicatos, llegando incluso a ponerse serio ante la apelación al honor nacional como justificación de la irrecuperable pérdida de vidas humanas en el campo de batalla.
Capaz de provocar la carcajada en algunos momentos o la justa indignación en otros, ‘Inglaterra, su Inglaterra’ recrea, sin embargo, algunos trillados estereotipos mientras su autor parece contemplar con benevolencia un estado de cosas que considera mejorable pero asumible. Un texto, en fin, algo descuidado en ocasiones y que podría despistar al lector español poco familiarizado con algunos deportes típicamente británicos.
Reseñado por Rafael Martín