Victus se ha convertido en un fenómeno editorial sorpresivo al alcanzar niveles de ventas y de repercusión social notables. Por resumir mucho, se trata de una crónica en primera persona, directa y socarrona, de la toma de Barcelona en 1714 por el ejército borbónico en el seno la guerra de Sucesión española, y con el trasfondo del sentimiento independentista catalán de la época.
Lo primero que hay que señalar es la singularidad de la voz de su narrador Martí Zuviria, Zuvi “piernaslargas”, un catalán con la expresividad de un trovador del siglo XXI que cuenta sus hazañas a principios del XVIII. Su descaro, su brusquedad, su cruda sinceridad como narrador, divierte y a la vez gana al lector, pese a la primera reacción de antipatía ante tanta exhibición de mala educación del cronista. Su posición es la de un anciano que ronda los 90 y que no siente necesidad de disimular ni endulzar hechos e ideas , más aún cuando su experiencia vital estuvo caracterizada por un espíritu rebelde, interesado, transgresor, irónico y sin atisbo de disimulo o discreción. En su propio autorretrato aparece como un ser pragmático, cobarde, epicúreo, pero también sensible y capaz de desarrollar sentimientos fraternales con camaradas que ganan su respeto o de enamorarse de la extraña familia que forma con una prostituta, y sus hijos “adoptivos”, un niño y un enano dedicados a la picaresca.
Zuvi es educado en el arte de las fortificaciones y la poliorcética (el arte de atacar y defender las plazas fuertes) en el castillo de Bazoches, en Francia. Una especie de academia de ingeniería que estimula los instintos y la capacidad de observación, una institución digna del propio Sherlock Holmes. El proceso de aprendizaje es muy sugerente, pero lo cierto es que en el resto de la novela, la capacidad observadora y deductiva adquirida por Martí Zuviría, está poco explotada literariamente, huyendo de la estela del morador de Baker Street y suplida por la suposición permanente y poco explícita del desarrollo sensorial e intelectual que el aspirante ha logrado tras su paso por tan peculiar escuela.
Con estos mimbres se construye una novela que es un relato vibrante, pero también muy cercano, expresado con un lenguaje y una mentalidad crítica, atípica, chulesca, propia de la voz en off de un detective de novela negra que destila amargura y sinceridad a borbotones.
El rigor histórico de la novela parece probado, por el contexto cierto de la Guerra de Sucesión española y la inclusión de muchos personajes reales: reyes, generales,
ingenieros, políticos, miqueletes y héroes populares. Más discutible es la exposición polarizada de los bandos y la interpretación en el contexto del nacionalismo catalán actual que se puede hacer de la novela. Pero lo cierto es que la lengua descarada, locuaz, sincera y viperina de Zuvi, no es demasiado condescendiente con ninguno de los actores de esta tragedia, ni siquiera con los políticos catalanes de la época (“felpudos rojos”), incapaces de canalizar las expectativas como país de Cataluña y que protagonizan con frecuencia actuaciones perniciosas para el sentir y los intereses de su propio pueblo. También es verdad que Zuvi no sólo es capaz de apreciar y transmitir la bajeza, crueldad y vacuidad de la guerra y de sus instigadores, también admira y exalta la nobleza y grandeza de espíritu de algunos de los actores de la guerra, como el general Villarroel.
Si tomamos Victus como una novela de trasfondo histórico y desarrollo aventurero, estamos ante un libro adictivo, atrayente, pese al ambiente de fatalidad que rodea la narración. Como la definiría un buen amigo, es una juerga de novela. Pero de ninguna manera se puede obviar su calado histórico, su vocación de narración verosímil de un episodio importante de nuestra historia con trascendencia hasta nuestros días.
En la actualidad, el día de la derrota, el día de los Victus (vencidos), el 11 de septiembre, es el día de la fiesta nacional catalana, como efeméride de un acto de una derrota heroica que contribuyó a afianzar aún más el sentimiento de país de un pueblo. Dejemos para otros foros como se articula ese sentimiento dentro de la compleja España y la vieja Europa y quedémonos con esta vibrante aportación literaria a la historia que no va a dejar indiferente a nadie.
¿ Rigor histórico? Solo con ver el mapa inicial es evidente que la mente del autor pulula por una utópica entelequia nacionalista. De la coherencia de los personajes mejor ni hablar.
VICTUS…. Que opinar….. Me he leído las primeras páginas del Libro….. gracias por haberme hecho perder el tiempo tan poco…… Lo que empieza como una lectura amena y constructiva, continua con un relato que poco o nada tiene que ver con la realidad. Me ahorraré detalles, las palabras solo llegan a los oídos que las quieren escuchar. Pero por cierto, ¿es usted escritor o político? Si es lo primero me asombra, las mentiras deben de dar mucho de comer. Si es lo segundo me aclara, en un país de ciegos, el tuerto es el rey. Un cordial saludo