Bajo el sol. Las cartas de Bruce Chatwin

tapa_bajo_el_sol_grande    La tradición literaria de libros de viajes ha venido acuñando desde hace muchos años la importancia de los viajeros ingleses como un ejemplo representativo, no ya por la importancia de su presencia en la aventura y el descubrimiento, sino por el hecho de haber dejado testimonio escrito de ello.

Sin entrar en el enorme valor testimonial de la empresa fallida de Scott en su intento de llegar al polo Sur y la importancia de las notas escritas que dejó antes de su muerte, los nombre de Burton o Fermor serían testimonio más que acreditado de curiosidad y excelencia literaria que ha animado a muchos otros en la aventura de conocer, en la aventura de leer, de descubrir.

Y junto a ellos la figura de Chatwin,  ese joven rubio y de ojos azules, sempiterno seductor, cuya vida siempre estuve acunada en un cierto halo de misterio. El caso es que su destino profesional, en principio, poco tenía que ver con los viajes; era tasador especialista de pintura del XVII en la casa Sothebys, la misma que un día recibió un telegrama suyo donde se leía: “me voy a la Patagonia” Una forma curiosa de despedirse profesionalmente, y de iniciar lo que sería una fructífera trayectoria como escritor.

Pronto ganó fama y reconocimiento: por su agilidad descriptiva, por su forma de captar la realidad ‘viendo’ de una manera introspectiva, por su curiosidad permanente, que le llevaría a visitar los sitios más distintos: desde la Patagonia a Siena, desde Dahomey a la China.

Allí habría de morir, relativamente joven, después de dejar testimonio de sus andanzas en libros tan relevantes como El virrey de ‘Ouidah’, donde aborda el tema de la esclavitud, ‘Utz’, un precioso ejercicio literario sobre el coleccionismo, o, para mí, uno de sus mejores títulos, ‘Los trazos de la canción’, donde se trata de una manera exquisita el tema de las creencias en los aborígenes australianos.

Alguien ha dicho que las novelas pasan de moda pero las cartas no; acaso sea porque la trama de una vida va implícita en ellas. Aquí, en este libro de cuidada edición, se recogen muchas donde se refleja la vida, un valioso ejercicio literario a la vez, de un personaje hiperactivo como Chatwin, generoso en amigos, egoísta para su libertad, que tuvo múltiples lugares-estudio donde dar vida a sus relatos, y que admite la influencia tanto de Isaak Bábel como de Zahir ud-Din Mohammad Babur, fundador del imperio mogol, sobre todo a través de sus memorias recogidas en el Babur-Nama.

De ellos, al parecer, obtuvo no solo “la capacidad para retratar a la gente con dos pinceladas”, sino dejar testimonio de su voluntad manifestada: “lo que me encantan son las frases claras, de ritmo fuerte, con una floritura fantástica al final”  Por cierto, no descuide el lector conocer su obra fotográfica: es fantástica.

Escrito por Bruce Chatwin

(13 de mayo de 1940 – 18 de enero de 1989) fue un novelista y escritor de viajes inglés.
Se educó en el Marlborough College, en Wiltshire y más tarde en la Universidad de Edimburgo.

Ficha técnica

Traductor: Ismael Attrache y Carlos Mayor
Páginas: 560
PVP: 28€
[PREFACIO, INTRODUCCIÓN Y PRIMER CAPÍTULO EN PDF]

Chatwin es uno de los escritores más enigmáticos del siglo XX. Sus libros escapan a toda clasificación. Como revela su biógrafo Nicholas Shakespeare en la introducción a estas Cartas, Chatwin era un personaje de sí mismo, y el álter ego que aparece en sus obras es muy distinto del Chatwin que muestra su correspondencia, publicada luego de un meticuloso trabajo editorial de veinte años.

Como si supiera que su vida se vería interrumpida de manera abrupta, Chatwin escribió cartas con una compulsión y honestidad sobrecogedoras. Su correspondencia con su mujer, y famosos personajes de la época revela una mente infatigable, maquinando sus movimientos, haciendo malabares de compra-venta de piezas de arte antiguo para pagar un nuevo viaje excéntrico, «sudando tinta» para producir el próximo libro genial. Las cartas escritas desde lugares tan disímiles como Inglaterra, Argentina, Afganistán, Suecia, Turquía o Suráfrica revelan a un contador de historias en estado puro, apasionado de la vida, inseguro sobre cosas íntimas como su sexualidad. Después de todo, como dijo su amigo Salman Rushdie: «Bruce apenas había empezado. Tan sólo vimos el primer acto».

Reseñado por Ricardo Martínez