El lector puede acceder a esta prueba de precisión descriptiva y seducción verbal reparando, por ejemplo, en la descripción que el autor hace de la figura de la estanquera, el objeto apasionado de su amor (pp. 19-20) Después de presentarnos su aparición al otro lado del mostrador, nos hace una descripción tan vívida de esa mujer, diríase por dentro y por fuera, que una vez más, el lector llevado de la mano del autor, se hace cómplice necesario de la arrebatada pasión que así nace.
Pero no es menor la pericia con que alude a los niños, los compañeros diarios de su tarea: “Y por la mañana estaba la escuela, la ronda de los piececitos. Estaba la escritura que se aprende llorando, la freza y la ortografía, sin saber –no se sabrá nunca, por lo demás- que más adelante, cuando trencitas sean pelo de ala de cuervo, cuando los pantalones sean largos incluso en pleno verano, entonces no quedará ya más que la escritura con todos sus efectos…”
Pierre Michon nos tiene habituados a títulos elegidos y extensión relativamente breve en sus novelas; recuérdese Cuerpos del rey o Los once o Vidas minúsculas. Sin embargo la extensión engaña, pues en ella no solo caben frases tan rutilantes y evocadoras como “Pasaban grullas y mis alumnos aprendían a conjugar” sino que, digamos, el contenido humano de cada personaje se guarda en todo lo esencial, como un hermoso tesoro, en sus páginas cuidadas de literatura exquisita.
Ricardo Martínez https://www.ricardomartinez-conde.es/
Gracias a vosotros he descubierto este libro, pero aún mas importante al escritor. Ya tengo nuevo libro que devorar, muchas gracias.
Es posible que la persona que ha traducido el libro al castellano merezca cuando menos su nombre en la ficha del libro
No es posible, es seguro que debe aparecer pero por nuestra torpeza se nos escapa hacerlo muchas veces. Corregido queda. Muchas Gracias
Michon es garantía de literatura para “gente grande”, de altos vuelos.
Por cierto, me suscribo al comentario sobre el traductor, esa figura que enaltece o envilece una novela.